El Proyecto CET, desde mi experiencia como profesional que lleva trabajando más de diez años en varias de las sedes del Proyecto, puede resumirse en el descubrimiento de una faceta muy importante de mi trabajo: cualquier acción, pequeña o grande, es formativa.
Al principio, pensaba que enseñar era una tarea reservada a pocas personas con alta capacidad didáctica, o con una marcada tendencia a la enseñanza. Cuando empecé a trabajar con alumnas del Proyecto CET pensé que la formación era algo más (muy difícil para mí, sin duda) que se había añadido a mi trabajo. Sin embargo, sin habérmelo propuesto de entrada, me he ido dando cuenta que enseñar en y desde el puesto de trabajo es un reto constante en mi desarrollo profesional.
También he ido aprendiendo que formar no es sólo transmitir unos conocimientos y participar en el desarrollo de unas habilidades.
Formar es saber cuándo se le puede exigir más a una persona, cuándo conviene reforzar una actitud, o cuándo no es momento de volver a insistir en un punto.
En este sentido, la convivencia que facilita el Proyecto CET durante tantas horas, y tantos días, permite que el trato entre las personas que lo integran (profesionales y alumnas) sea muy afable y familiar; sin dejar por eso de ser igualmente eficaz.
He podido conocer a gente muy variada que ha vivido y trabajado en los CET, y sencillamente creo que este Proyecto es un éxito para la alumna que entiende que su aportación es importante; que la actitud de su trabajo influye mucho en quien lo recibe; y finalmente, que también depende de ella que los CET sigan siendo lugares de crecimiento profesional y humano.