El CET es una gran ayuda económica y así me pude ir a estudiar a Pamplona. Pero sobretodo, destaco la convivencia. Aprendí a convivir con otras personas, y me ha servido para después buscarme un poco yo la vida, aunque ya había trabajado antes de venir aquí. Tenía ganas de vivir una nueva experiencia y era mi meta estudiar enfermería en Navarra.
El estudio, las clases, las mil actividades de la vida universitaria las tenía igual que las podía haber tenido en otros sitios; pero el hacer compatible con trabajar -aunque fuera más esforzado -me suponía un reto. De todas formas, yo estaba acostumbrada a trabajar y a ir compaginando con otras mil cosas mis estudios.
Casi me costaba más estudiar: a veces me tenía que atar a la mesa para sacar horas, pero mereció la pena. En el CET, la comida, la lavandería, la limpieza…no son industriales. Se parece más a una familia, a una continuidad de tu casa. Había días para lavar la ropa, pero tu podías echar cuando necesitaras; si algo estaba roto te cosían, la comida estaba riquísima, los postres, las meriendas… aprendí mucho.
Pero ahora, con el paso del tiempo, me doy cuenta de que no era sólo lo económico, que de entrada era importante.
Me doy cuenta de todo lo que aprendí allí: el valor de la convivencia, aprender de personas diferentes a ti…Eso, para mi, fue el mayor enriquecimiento.
Soy hija única y no estaba acostumbrada a convivir con tanta gente, y eso que los CET ¡son pequeños! Después te das cuenta de todo lo que te aportó.
Recomendaría el CET como una buenísima manera de colaborar con tus padres a la hora de afrontar los gastos de tus estudios y como una mejor experiencia para tus años universitarios.